Mi historia con Digimon es complicada, y no logro recordar si alcancé a explicártela alguna vez. Comenzó en la secundaria, allá por el año de 1999: un compañero me había platicado de una caricatura que vio en un viaje que hizo a Estados Unidos, que aparentemente copiaba en muchos aspectos a Pokémon. Y es que siendo un gamer empedernido, Pokémon se había ganado un lugar entre mis juegos favoritos con sus intrincadas mecánicas de gameplay que en aquella época no eran tan comunes en nuestro lado del charco. Y aunque ya en ese momento su adaptación al anime comenzaba a provocarme más pena ajena que diversión, me resultó indignante que los gringos quisieran colgarse del éxito de la franquicia con su copia pirata.
Obviamente, mi primer error fue pensar que Digimon se trataba de una producción occidental, y el ver los promocionales de su estreno en la ahora desaparecida cadena de Fox Kids no logró demostrarme lo contrario. A los 13 años aún no tenía el ojo suficientemente entrenado en el arte de los monos chinos para saber reconocer la diferencia entre la animación japonesa y la occidental.
Y así pasé los años, sin siquiera conceder el beneficio de la duda a Digimon. A pesar de que en algún momento llegué a enterarme de su origen nipon, las similitudes con la franquicia que había representado tal furor en mi infancia me impedían aproximarme con objetividad.
Mis decisiones me llevaron a otra ciudad y a otra familia, donde no estabas tú. Y aunque es algo que nunca dejaste de reclamarme, para mi fue algo extremadamente difícil el dejarte atrás. Toda la melancolía plasmada en mis primeros pininos de escritura, de los 13 a los 15 años, venía de la tristeza que me causaba estar lejos de ti.
Para cuando fue posible visitarte, en el verano de 2003, yo me topé con que Digimon se había convertido en uno de tus gustos más cimentados. Me atrevo a decir que se trató de la primera obra de cultura popular que te ayudó a dar forma a tu propia manera de ser, a tu propia visión del mundo. Pero por supuesto que eso no logré verlo en aquel momento. No logré dimensionar que para un niño de 9 años, una simple caricatura podría llegar a significar tanto. Te molestaba frecuentemente con comentarios despectivos respecto a la serie, y me burlaba de lo repetitivo de los nombres de la criaturas, todos con la terminación “mon”. Siempre me rehusé a siquiera ver un capítulo completo.
La vida se transformó en otra completamente diferente, y llegó el momento en que volviste a formar parte de mi familia. Tuvimos otros 6 años juntos, contigo a mi cargo, para odiarnos, molestarnos y querernos como hermanos. Al final, terminaste siendo mi mejor amigo en el mundo, y hasta un poco un hijo. Pero ni así cedí en mi vehemente repudio hacia “la copia de Pokémon”.
Recuerdo una noche, hace no tanto, poco antes de tu partida, que te encontré viendo un episodio donde aparecía Etemon y volví a burlarme del ridículo diseño de personajes, el cual a mi parecer no conservaba ningún estilo en particular ni una jerarquía. Yo veía peluches tiernos, changos ridículos, animales cyborg y criaturas sacadas de una mala copia de Alien. Lo curioso es que con esas mismas palabras podría describir lo que ahora se ha vuelto Pokémon.
Aunque ahora no puedas leer estas líneas, te debo admitir que me trago todas mis palabras. Lo siento, me equivoqué. Ahora, después de tantos años, Makoto logró convencerme y ya he visto los 54 episodios de Digimon Adventure, y debo decir que tiene unos de los mejores momentos que haya visto en anime.
Ahora me doy cuenta de todo lo que esa inocente historia de monstruitos digitales significó en tu existencia. Me doy cuenta que por momentos te sentiste Tai, y que eso sin duda guío tu manera de ser en los últimos años de tu infancia. Sobre todo cuando no te sentías como TK, extrañándome y admirándome como si yo fuera Matt.
Con tu adolescencia, dejaste de admirar pasivamente y te dedicaste a transformaste: tu mismo te volviste una especie de galán y aspirante a músico. Tal como Matt, tocabas incluso la armónica. Pero una parte de ti nunca dejo de ser inocente y valiente como Tai; y otra parte siempre me quiso y respetó, tal como TK. Esa última parte, nunca perdió la esperanza de que tendríamos juntos un futuro mejor.
En fin, hay mucho que decir sobre Digimon, sobre todo lo que me agradó, lo que no, y lo que ahora aprecio mejor que antes. Pero eso lo dejaremos para otra ocasión…